sábado, 20 de septiembre de 2008

domingo, 24 de febrero de 2008

Clemenceau Inmortal



En su diario de la Conferencia de Versalles (1919), el coronel Stephen Bonsal relata el atentado de que fue objeto Clemenceau en aquella época por parte de un monomaniático llamado Cottin que le disparo siete tiros. El juez que entendió en el proceso de Cottin visito al Tigre para pedirle consejo sobre la sentencia.

“- ¡Cuánto celebro no ser el juez!- exclamó el estadista, que aún no sanaba de la herida-. Cuando pienso en los que me disparan desde lejos, emboscados, siento tentaciones de pedir para ese bravo que osó desafiar mi bastón sin mas armas que su miserable pistola automática, alguna Gran Cruz en premio a su valor. Pero no debo ser impulsivo; he de tener en consideración a las mujeres, a los niños y a todos los espectadores inocentes que pudieron resultar heridos cuando este individuo le hizo fuego a mi vieja osamenta.
“Por otra parte, ha de tenerse en cuenta su mala puntería. Acabamos de ganar la guerra más terrible de la historia (la primera guerra mundial), y ahí tiene usted a un francés que dispara siete tiros a quemarropa y yerra seis. Sin duda, merece un castigo por el uso imprudente de un arma peligrosa y por su mala puntería. Yo lo encarcelaría por ocho años, sometido a ejercicio intensivo en una galería de tiro.”

jajajajaja...

...viejo cabrón.

Genial!!!

sábado, 15 de diciembre de 2007

John Cage


Revolucionario compositor moderno, que, influido por el Zen y a veces también por el azar, persiguio durante toda su vida la demostración última de una singular creencia: TODO RUIDO PERTENECE AL REINO DEL SONIDO MUSICAL y que incluso los sonidos no originados por el compositor son partes perfectamente legítimas de una composición.


"Por mucho que tratemos de hacer un silencio, no podemos. Para ciertos propósitos de ingeniería, es deseable una situación lo mas silenciosa posible. Una habitación semejante es denominada una cámara anecoica... una habitación sin ecos. Entré en una así en la Universidad de Harvard... y oí dos sonidos, uno alto y uno bajo. El ingeniero a cargo... me informó que el alto era mi sistema nervioso en funcionamiento, y el bajo, la circulación de mi sangre. Hasta que muera habrá sonidos. Y ellos continuarán después de mi muerte. No es necesario temer acerca del futuro de la música" (palabras de Cage durante una conferencia de 1957 titulada "Música experimental").


El tipo fue un genio. Sin duda alguna. Y de hecho influyo a compositores del mundo del Rock, como a Paul McCartney, en el periodo inmediatamente anterior al disco Sergeant Pepper Lonely Herats Club Band del 67 (quizas el disco mas importante de la historia del Rock!!!).



Seria todo por hoy...

sábado, 17 de noviembre de 2007

Plinio el Viejo y Pompeya...








Hace un tiempo leí “Pompeya” de Robert Harris. Este libro ofrece bastante entretenimiento y opciones para recrearnos. Toca bastantes temas como la corrupción, ingeniería romana, esclavitud, injusticia social, etc.
Pero mi atención se centro en la siguientes líneas: “El comandante en jefe es Cayo Plinio Secundo -le había dicho el Curator Aquarum-, Plinio el Viejo. Tarde o temprano te encontraras con el. Cree que lo sabe todo de todo.” (Pagina 56).

Algo sentí con esas últimas palabras. Pero en el transcurso de la historia narrada por el libro me di cuenta que esa frase reflejaba mas bien un prejuicio de uno de los personajes que la realidad misma. Porque Plinio no “cree” saberlo todo. El “quiere” saberlo todo. Y sobre esta insignificante idea se edifica mi ensayo.


A todos nosotros nos parece muy natural que los niños vayan a la escuela. Hemos avanzado bastante con la implementación de la Jornada Escolar Completa. Así logramos que los estudiantes no desperdicien su tiempo inútilmente en la calle y permanezcan mayor tiempo en la escuela. Esto generara avances en la materia.

Pero yo me pregunto ¿en la Antigüedad Clásica cuanta gente iba a la escuela? Muy poca. Pero no por eso debemos pensar que eran necios. Heráclito decía que aprender muchas cosas no alecciona la mente.

Si uno se pone a pensar en cuantas cosas hemos aprendido fuera de la escuela, tendremos que admitir que no han sido pocas. Todo lo contrario, le debemos bastante a la calle. Porque en ella tenemos contacto con lo real. Por ellos los niños de la antigüedad lograron aprender cosas que los niños y en algunos casos, los mayores de hoy jamás aprenderemos.

“La ciudad enseña al hombre” decía Simónides, y eso es una gran verdad. Particularmente en los tiempos pasados, ya que si un niño quería saber porque un barco tiene una forma determinada y las velas puestas de una forma especifica, necesitaba ir a un puerto y escuchar con atención la conversación de un marinero con un constructor de barco. Y con ello no solo satisfacía su curiosidad, sino que aprendía a asombrarse. Y el asombro es la madre del pensamiento.

Con lo anteriormente expuesto pareciera que me refiero a un griego y no a un romano. Pero esto es perfectamente aplicable a la infancia de Plinio. Lo infiero de distintos pasajes del libro. Las reacciones del Almirante ante los hechos acaecidos durante la erupción del Vesubio son las de un niño asombrado, excitado ante el dantesco espectáculo.

Pero la actitud de Plinio va mas allá que la del mero asombro.

Cuando era un niño fue enviado a Roma por sus padres para ser educado por el poeta y general Pompenio Secundo. De el adquirió vastos conocimientos. Y algo más.
Aquí me permitiré una pequeña digresión. Es muy común señalar que la felicidad es el principal motivo de la existencia del ser humano. Es el sentido de su vida. Es curioso destacar que incluso se ha consagrado el “derecho a la felicidad” (Declaración de Independencia de los Estados Unidos). Con esto quiero decir que no es tanto la posesión de la felicidad sino que su búsqueda lo que configura el devenir del hombre. Y es bello definir al hombre como “deseo infinito”, en el sentido de que siempre anhela tener la felicidad y jamás la va a lograr completamente (por lo menos acá en el mundo terrenal, según yo). “La gioia è sempre l`altra riva” (“la felicidad esta siempre en la otra ribera”) decía Gabriel d`Annunzio.

Julián Marias señala que los griegos concebían dos versiones de la felicidad: la makariotes de Platón y la eudaimonía de Aristóteles. Según este autor la primera tenía un carácter religioso, como un “don”. Y la segunda era mas humana. El pensamiento romano recogió esta distinción en las expresiones beatitudo y felicitas.

¿Qué tiene que ver esto con el relato y concretamente con Plinio el Viejo? Para mi mucho, ya que de su maestro adquirió el deseo (que en el se intensifico) de aprender y conocer. O sea, la búsqueda frenética del conocimiento por parte de Plinio, es precisamente su propia búsqueda de la felicidad. En Plinio, conocimiento y felicidad es lo mismo. No me explico de otra forma su actuar durante toda su vida y su muerte en los estertores del Vesubio. En cuanto a su vida quien mejor que remitirnos a su sobrino Plinio el Joven: "Tantos volúmenes sorprenden. Tantas investigaciones fatigosas asombran. Sobre todo por tratarse de un hombre con tantas otras ocupaciones. Crecerá vuestro asombro cuando sepáis que se ocupó de la defensa de causas, que murió apenas de 56 años, y que desde que dejó el Foro hasta su muerte, estuvo agobiado con los trabajos de los cargos que ocupó, todos ellos de gran responsabilidad; o distraído por la amistad y el trato con los príncipes. Pero era de genio ardiente, de una constancia y aplicación increíbles y dormía ejemplarmente poco. Comenzaba a trabajar a la luz de la lámpara aún antes de amanecer, desde la fiesta de Vulcano (es decir en los días más largos del verano)... en invierno se entregaba al estudio desde la primera o segunda hora de la madrugada y a menudo desde la medianoche".

Y en cuanto a su muerte, si nos remitimos al libro de Harris, varios de sus cercanos y subordinados le rogaban que no acudiera a Pompeya y que cuidara su vida. Pero el ignoró todas las advertencias mientras permanecía absorto, observando aquella erupción que su preciada naturaleza le estaba otorgando.

Sin embargo no por ello debemos pensar que su vida ni su muerte fueron en vano. Vivió de acuerdo a sus creencias, en una extraña mezcla de cultivo de las antiguas virtudes romanas y la filosofía estoica. Y cuando el fuego de su vida se apagaba (por la edad y la obesidad) volvió a entrar en acción al mando de la flota occidental para socorrer a las localidades afectadas por la erupción. ¿Y como olvidar las continuas ordenes a sus esclavos de anotar todo lo que el les decía en relación con la catástrofe? ¡En el final de sus días rejuveneció totalmente!

Pero su búsqueda de la felicidad la realizo en equilibrio con sus valores espirituales, asumiendo con responsabilidad los riesgos que implica el conocimiento.

Fruto de toda su vida, y como legado para la humanidad entera, es su Naturalis Historiae, única obra de Plinio que se ha conservado, pero basta para inmortalizarlo. Ella nos muestra a un hombre que aspiró a conocer y abarcar la naturaleza entera, cielo y tierra, con afán casi fáustico. Y quiso poner sus conocimientos al servicio de los demás. Tal como otros lo hicieran antes. Y tal como otros lo harían después. Formando una cadena de oro que atraviesa la historia: Aristóteles, Marco Terencio Varron, Isidoro de Sevilla, Bacon, etc.

Ahora, en la actualidad ¿Buscamos todos la felicidad de forma correcta?

Lo dudo. Al despreciar sistemáticamente reglas morales a las cuales atenernos, cada individuo fija sus propias normas según la cual actuara en la vida, reinando la más feroz subjetividad. Y esto combinado con cierto utilitarismo y materialismo da por resultado que lo único importante es la satisfacción de placeres, del goce fácil, sin ningún grado de responsabilidad.

En ese sentido es útil realzar la figura de Plinio el Viejo. Un hombre que fue consecuente con su Cosmovisión del mundo. Y murió, según yo, en la dicha más plena. Y de paso regalo a la humanidad una magna obra que seria referencia durante siglos para los grandes eruditos. Por todo ello creo que Plinio el Viejo es sin duda un feliz Homo universalis.